miércoles, 19 de diciembre de 2007

Mil formas de ser golosa

La lúdica juega con las golosinas. Agrupa los confites por colores, compra chupetines con silbato, y se pone en el dedo una galletita en forma de anillo para morderla alrededor. La voraz engulle un chocolate en dos bocados como un ave de patas largas que recorre una gran distancia con cuatro o cinco zancadas. La aspiradora, una versión desaforada de la voraz, detiene su pantagruélica ingesta sólo cuando escucha la cuchara raspando el telgopor final de un pote de helado. La disociada le saca todas las frutas al pan dulce y separa las tapas de una galletita, lame el relleno, y luego moja las masas solteras en leche. La compulsiva se mete en la boca todos los caramelos con intención de chuparlos hasta que se hagan chiquititos, pero al final siempre los muerde. La disciplinada, en cambio, compra una bolsa entera y saca sólo dos por día durante todo el mes. La obsesiva come el mismo chocolate todos los días desde hace cuarenta años (y se quiso suicidar una vez, cuando desapareció el bloquecito Suchard). La vocera describe en voz alta la tierna consistencia de tortas y postres caseros a todos sus compañeros de oficina. La mayorista fue siempre la envidia de todas sus amiguitas porque en su casa había postrecitos, golosinas y alfajores como en la nuestra había arroz, leche o pan. A la complicada sólo le gusta una quisquillosa marca de chicles que su hermana le manda desde Europa. La minuciosa dobla el papel del alfajor en cuatro, le saca las migas, lo corta al medio, y lo consume delicadamente, limpiándose los labios entre bocado y bocado. La desesperada es capaz de chupar cascotes de azúcar refinada o abrir el alfajor que le dieron en un micro a Mar del Plata con tal de no ir a comprar al kiosco. La exagerada hace sus propias golosinas mezclando ingredientes imposibles adentro de una cochina ensaladera. La contradictoria se compra un helado cada vez que vuelve caminando del gimnasio o pide edulcorante en los bares mientras se come las masitas del café. La gourmet se hace un lemon pie para tomar el té –sola- en su casa un jueves por la tarde. La sonámbula se despierta de madrugada, desesperada por algo dulce, y termina comiendo mermelada a cucharadas en la puerta de la heladera. La aguafiestas compra varios chocolates “para tener”, pero esa misma tarde se come los cuatro y luego se pone a llorar en su habitación. La previsora jamás sube a un colectivo sin antes haber llenado la cartera de golosinas. Y por último está la hereje, que no toma helado porque le hace mal a los dientes, no come golosinas porque la empalagan, y elige siempre la torta más insulsa y mediocre de todas las mesas dulces, bares y heladeras.

No hay comentarios: